En México pasamos de la tradición de honrar a nuestros muertitos,de has flores de cempasúchil, y de "reirnos" de la muerte, a la violencía abyecta de todos los días, a la sangre derramada de los más de 50 míl muertos, y todo por razones fascistas, autoritarias y estúpidas. Hasta los sacrificios humanos de algunas antiguas culturas precolombinas tenián un sentido. Estas muertes obedecen a intereses creados, a malas administraciones, a ineptitud, a corrupción.
México desde hace un tiempo ha sido un país de jovenes, de personas de entre 10 y 24 años de edad. Mismas que siempre han estado expuestas a los abusos; y que se ven confrontradas por la represión, la marginación, la agresión y el asesinato. Los jovenes-una vez más- son las víctimas más numerosas en esta campaña funesta.
Estos hechos lamentables no dejan de ser significativos: son los jovenes los que, alejados un poco de las imposiciones del sístema, deambulan a su suerte y son masacrados sin misericordia, sin miramientos. Ellos, precisamente, los que son mayoría, los que en otros paises se han levantado en movimientos sociales: son los indignados, los que están conscientes de las terribles desigualdades por que muchas veces las viven a fondo; los que se ven expuestos a precarias condiciones, sin empleos, sin oportunidades, con su derecho a la educación limitado y/o condicionado, amordazados y amenazados.
Es fácil ensañarse con un joven-9 o más polícias de más de 80 kilos asesinaron brutalmente a mi hermano en 2008, un joven de 23 años que apenas pesaba los 50 kilos, golpeandolo en reiteradas ocasiones, sin medir consecuencías-.
Cada año fallecen 2.6 millones de jóvenes, la mayoría de estas muertes pudieron evitarse. Cerca de 97 por ciento se producen en países de bajos y medianos ingresos. Se trata del único grupo etario en el que no han disminuido las tasas de mortalidad. Traumatismos no intencionados y actos de violencia son los factores que más afectan a la juventud. Cada día mueren mil jóvenes por traumatismos causados por accidentes de tránsito; otras de las principales causas de fallecimiento son el homicidio, con 12 por ciento de las muertes de varones, y el suicidio, con 6 por ciento de las defunciones de hombres y mujeres jóvenes, según la Organización Mundial de la Salud.
En las causales de muerte, la diferencia por sexo es una variable significativa. Las primeras cinco causas de fallecimiento de los mexicanos de 15 a 19 años corresponden a muertes violentas: la primera causal es por accidentes de tránsito: 18.8 por cada 100 mil hombres adolescentes; la segunda, homicidios, cuya tasa alcanza 11.3; le siguen suicidios, con 7.3, ahogamiento y sumersión accidentales con 5.6, y como peatón en accidentes de tránsito mueren 4.4 por cada 100 mil adolescentes. Entre las jóvenes los accidentes de vehículos de motor son también primera causal, aunque con una tasa de 5.6; después están los suicidios, 2.7; la nefritis y nefrosis, 2.4, y la leucemia, 2.4. La muerte por homicidio ocupa el quinto lugar con una tasa de 2.1 por cada 100 mil adolescentes (Inegi, 2007).
La comprensión del origen de la violencia en los varones es una expresión central de la relación entre masculinidad y salud mental; en la actualidad hay que contextuarla en el narcotráfico, la corrupción y la pobreza creciente. Como expone Benno de Keijzer en su tesis docporal sobre masculinidades, “la mayor parte `e los varones son socializados dentro del modelo dominante de masculinidad que privilegia los valores de la fuerza, el manejo del poder y la autoridad, la superioridad sobre la mujer y sobre otros hombres. La socialización masculina no se reduce a la agresión hacia la mujer, la violencia entre hombres es un recurso para competir, subordinar y enfrentar o ‘solucionar’ conflictos, se ejerce hacia las mujeres, niños y niñas, hacia otros hombres y hacia el hombre mismo”. La subjetividad humana es una de las dimensiones críticas para la comprensión de la violencia y Kauffman –uno de los primeros teóricos del tema– insiste en que se analice a los hombres no sólo desde la crítica al poder, sino también desde el dolor.
El dolor surge precisamente de la misma fuente que el poder: la experiencia contradictoria que los hombres tienen del poder. La insensibilidad masculina, esa falta de capacidad para percibir una diversa gama de sentimientos, haría que tampoco puedan percibirlos en los demás, actúan desde una coraza, ya que muchos hombres se sienten encerrados en sí mismos, tienen el deseo de acercarse a otras personas, pero se sienten incapaces. Como si durante el proceso de crecimiento hubieran aprendido a dejar atrás su ser emocional. Muy articulado al manejo de los afectos están las diversas funciones que cumple el alcohol en la vida de los hombres, sustancia que facilita la expresión de muy variados sentimientos y elemento privilegiado para transgredir normas comunitarias. Otro factor es la relación con el padre, la ausencia paterna por muerte, separación o abandono, y la presencia excesiva en términos de violencia y autoritarismo: ser testigo de la violencia en la infancia es una pauta de la violencia futura. Esto opera en forma de "espejo" en las mujeres que sufrieron abuso en la infancia y que de adultas sufren depresión. Para que el hombre cambie necesita aceptar y superar su propia violencia y ser flexible, aprender a vivir con cierto nivel de ambigüedad, porque al ser flexible acepta que el mundo y las personas que lo rodean pueden tomar decisiones inesperadas, en muchos casos opuestas a las suyas (Masculinidad, violencia, resistencia y cambio, CRIM/UNAM, 2010).
Los numeros son claros, y el país desperdicia uno de sus activos mas importantes, ocasionando poca movilidad social, el caldo de cultivo ideal para los males que nos aquejan.
Los políticos tendrían que hacer una revisión de sus acciones arbitrarías tomando en cuenta que la agresión y la represión de estado solo genera frustración y resentimiento social, y en vez de una simulación desgastante e insultante buscar vías efectivas y no solo actuar como gorilas, y tal vez algún día dejemos de colocar en nuestras ofrendas a tantas víctimas de la violencía.
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