Después de los hechos violentos que se han suscitado en estos últimos días tanto en Monterey, como en Cuernavaca y Tepoztlán (y en otros estados de la República), a causa de "la guerra frontal contra el narco" que mantiene el gobierno y sus fuerzas de choque para "ser los heróes de esta película". Se pretende que nosotros como ciudadanos comunes -atrapados entre dos flancos- aplaudamos y celebremos tanta saña, tanta violencía, tantos asesinatos -de ambas partes, aunque las bajas del lado de los miltares se maquillen un poco-, y tanto autoritarismo por parte del gobierno calderonista. Suponen -ellos- que debemos sentirnos eternamente agradecidos, dispuestos a acatar sus ordenes y sus Estados de sitio por el bien del país. Y aguantar ineptitud, abusos de autoridad, crisis, "reformas", e intereses creados.
Pero si fueron, en primera instancia, los mismos gobiernos corruptos -da igual que hablemos del pasado, los nombres y los actores políticos siguen siendo casi los mismos en el país- quienes dejaron crecer a determinados carteles, cuyas policías se coludián y se regodeaban en el dinero que produce la droga. Mientras que gobernantes y "autoridades" de todo pelaje y tamaño veían crecer el negocio -pues lo prohibido es más susceptible a tener demanda; así ellos prohíben y ellos ganan- Y ahora se dan baños de pureza y se ponen el traje de servidores públicos preocupados y determinados a dar soluciones -miopes-. Y la verdadera seguridad de la gente -civil- no tiene importancia en su cruzada con tufo a propaganda y a fascismo; lo importante, dicen ellos, es que nos sumemos en esta lucha, que "nuestros niños estén seguros" -de los "horrores dantescos" de la motita y la coca; al fín papá gobierno es quien dicta, y la educación que los padres deben proporcionar a sus vástagos tampoco es tema primordial aparentemente-, mientras afuera todo se derrumba, se tiñe de sangre y huele a pólvora.
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