domingo, 14 de febrero de 2010

Cannibal Corpse en el DF -2010.


Llegamos al recinto después de meter el coche en una refaccionaria que fungío de improvisado estacionamiento. Dos simples patrullas de policía vigilaban el Circo Volador discretamente, inamovibles nos ven extrañados; saben que ahora no pueden hacer nada, que solo pueden observar a ese grupo de greñudos que visten -vestimos- playeras o sudaderas negras que ostentan imágenes grotescas y sangrientas, pero caricaturescas, junto a logos “escurridos” e inteligibles –si lo comprendieran, entonces no seria chido-. Somos ya, a pesar de todo,un grupo “compacto”. Muchos nos conocemos, por lo menos “de vista”, a causa de acudir durante años a conciertos de este tipo. Hay gente nueva, que a pesar de su juventud, se ven y actúan como lo hacían los más veteranos de ahí, hace algunos años. Se notan en algunos los efectos de la cerveza, hablan animadamente de música, como si hablaran de un aspecto muy importante de su vida, tiran nombres de bandas, desconocidas para gente fuera de ese círculo. "¿De dónde carajos salieron estos?", se preguntan los curiosos. Los puestos exhiben discos y camisetas que muchos solo ven con deseo, y que otros compran como si compraran la salvación metalera, como si fueran reliquias sagradas.

Dentro, más gente expectante, ocupando ya su lugar. Apenas y da tiempo de comprar una cerveza y acomodarse entre la masa, cuando sin misericordia la banda nos bombardea con sus armas de destrucción sónica. Son ellos, siempre iguales, siempre armados con su maquinaria infalible: potencia, crudeza, velocidad,- sin excusas-.

“Scalding Hail” abre las hostilidades, violencia directamente de su última obra, el efectivo “Evisceration Plague”. La sensación es tan familiar, que es muy sencillo entrar en ambiente. La hipnótica “Unleashing the Bloodthirsty” continua la "agresión" sin dar respiro –este vendría de una forma extraña un poco después- la mórbida “Murder Worship”, la brutal “Sentenced to Burn”, se dan una a una ante nuestras cabezas que se agitan casi por inercia. El slam y el desmadre en las filas de enfrente es incesante, tanto que las “barricadas” se revientan, una valla de seguridad cede ante la masa humana compenetrada con la música. Las luces se encienden, los Cannibal detienen su tarea, y se quedan impávidos. Un “don”-señor- rompe el cuadro entrando al escenario -al lado de los Cadaveres Canibales- interrumpiendo el ritual de brutalidad: “se va a suspender el concierto durante diez minutos, para poner otra valla”. Los gritos de protesta y las mentadas de madre eran inminentes, pero George “Corpsegrinder” Fisher, alza una mano, y pide silencio, todos obedecemos; eso es control absoluto del escenario, veteranía y dominio, Fisher es un maestro de este rollo. Tal vez la voz más representativa del Death Metal actual. Nos aguantamos el “coitus interruptus”. Sin pensarlo mucho aprovecho para ir por más cerveza, la gasolina del metalhead.

Al llegar de regreso a mi zona, la batalla continua, pero es obvio que la interrupción apagó un poco el ambiente; nada que una banda tan veterana como Cannibal no sepa arreglar. Y así se suceden más himnos a lo sangriento, a lo mutante, y a lo grotesco; a las pesadillas primigenias de los humanos: “I Cum Blood”, “Fucked with a Knife”, esta ultima, como siempre, dedicada a las "damitas” ahí presentes.

Para mi sorpresa, ejecutaron una de mis rolas favoritas del nuevo álbum, “ Evidence in the Furnace”; que parece ser también una nueva favorita de la propia banda. Continuaron la masacre temas como “I Will Kill You”, “Vomit the Soul”, “Devoured by Vermins” cuyo coro fue gritado por la mayoría.

“A Skull full of Maggots”, “Hammer Smashed Face”,y Stripped, Raped, and Strangled” fueron la triada de clásicos que sepultaron este concierto. A algunos nos supo a poco, como buenos mexicanos esperabamos una especie de “compensación” por la interrupción de la dichosa valla, pero las luces se encendieron, y los Cannibal se retiraron; y quienes los conocemos sabemos que no son muy dados a encores largos o a sorpresas finales.

Había que marchar de regreso a nuestras guaridas, como zombies cansados de tanto slam y headbanging, pero siempre hambrientos de buen y devastador metal.

La plaga no deja de expandirse.

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