sábado, 20 de noviembre de 2010

Con paso chévere.


Sabía de Jazz-y más que ostentar su conocimiento de datos y fechas, sabía sus secretos-; y sabía de trucos de magia con cartas.

¿Ahora quién va a saber esas cosas?¿Quién, o que, sera depositario de esa suerte de biblioteca de Alejandría de lo cool? ¿Esos mocosos egoistas y anodinos, preocupados por que tan apretados están sus pantalones, o en que cuidadosamente sucios se ven sus putos converses? Ni en cien vidas.

Y hablando de vestir, el vestía elegantemente; y para corresponder con su ropa-siempre la misma, siempre inmaculada- tenía un paso elegante también, un paso chévere. Así se fue también la última vez que lo vimos, caminando ritmicamente; casi podíamos escuchar la melodía saliendo de su mente. Se fue con una música de marcha, orquestal, enorme, alegre y seductora. Así pudo subir, primero, la rampa que da a la plaza de armas, y luego despegar los zapatos-bien lustrados- por encima del puerto y llegar hasta esa nube soltaría-la que se ve por allá-; y así fue ascendiendo más y más, la ultima vez que lo vimos. Aunque, de cierta forma sigue por ahí-por que este es el barrio que le gusta-: doblando la esquina; cerca del mercado; dejando un poco del humo de su cigarrito de mota para que sonriamos cómplices, miremos hacia esa nube solitaria-aunque el sol nos deslumbre-, y modifiquemos un poco el humor y el paso, y caminemos chévere por las calles del centro.

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