Nunca estuve -realmente- ahí, no fui, no me dejaron llegar.
Creo que pasé una vez; y no me fue bien. Pero no es como para ponerse a llorar. ¿Ya para que?
Ahora que recuerdo no fui yo, no era yo; era otro que se movía como cualquiera lo haría, que obedecía al impulso; que caminaba como lo hacemos en los sueños: con prisa, inconscientemente, casi siendo arreado por alguna fuerza oculta. Definitivamente era otro, "el otro". Uno que ni siquiera conozco tan a fondo como se pudiera creer; solo se que de primera impresión no me cayó tan bien. Pero así me pasa casi con toda la gente. No, no lo conozco. Ha de ser un pobre pendejo.
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