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miércoles, 15 de diciembre de 2010
Sobre las tristes alas del destino.
Ya a estas alturas-y poco antes de acabar el año- es una nota muy sabida la decisión de los integrantes de Judas Priest de colgar los estoperoles y las mallas-por lo menos bajo el signo de la alineación clásica-; es una noticia algo desconsoladora para un servidor, básicamente por que nos muestra que las viejas glorias Heavys no son para siempre. Es como cuando eres niño y crees que tu papá es un ente inmortal. Nuestros padres heavys también son falibles, lo sabemos, pero dentro de nuestros "Metal Hearts" nos conforta saber que siguen dando giras y sacando discos-algunos mediocres o aburridos, pero siguen saliendo-; rockeando como siempre. Con situaciones así, lo anterior se pone en duda. Duele saber que es digno y coherente el retiro de las luminarias del Heavy Metal. Pero esto, lo de Scorpions, y la perdida de Dio, son clavos en una tumba que se hace irremediable; y no es que uno como buen metalero peque de "pesimista" y cínico, es la realidad; no se, dentro de poco tal ves....gulp!...no habrá Motörhead. Es duro; pero hay que aceptarlo. No quiero acabar este post de manera tan ominosa, así que, recordar que nuestros bien amados discos están ahí, intactos, listos para revivirlos y rockear como se debe, como los Metal Gods mandan: ¡a todo volumen!, ante el horror de vecinos cuadrados, de impresentables reggetoneros, ñoños y delicados mocosos indies, e insulsos y manipulables poperos.
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