En todo el mundo y en todas las épocas (desde que hay cine) ha existido el “mal” cine; el cine de bajo presupuesto, el de mal gusto, el cine "chatarra". Y que existán películas de ese tipo no debería quitar el sueño a nadie (más que a los "freaks" que disfrutamos ver "Tres lancheros muy picudos" a las dos de la mañana); ni debería ser causa para sentir rencor a tál grado de acusar a un género de llevar a la ruina al cine de un país. Pero en México el llamado cine “de ficheras” es un fenómeno cinematográfico atacado constantemente, un blanco fácil que sirve para esconder carencias y subrayar la pedantería y el tufo pretencioso de otras propuestas nacionales. A la hora de hablar del cine cómico de los ochentas, todos son críticos y defensores del “buen cine”. Y si “los expertos” agarran de su puerquito a "esas películas de nacos”, pues hay que repetir el argumento como loros y quedar bien ¿no? "No vayan a pensar los demás que nosotros también somos unos pinches macuarros". Pero no deja de ser un cliché, un lugar común achacar todos los problemas del cine nacional (que son muchos y muy complejos) a un solo genero; que a nivel comercial y de audiencía fue exitoso, y que (aunque muchos se rasguen las vestiduras por la comparación) continuó con la tradición cómica del cine mexicano.
Así, casi por decreto,y sin hacer juicios muy justos, las también llamadas "sexy-comedias", son menospreciadas por todo mundo, y tomadas como chivo expiatorio ante la falta de éxito de otras obras supuestamente de "mucha mayor calidad". El simple hecho de estereotipar y englobar cientos de películas con el mote de “cine de ficheras” es una clara muestra de la doble moral, el prejuicio y el clasismo,rasgos típico de nuestra sociedad.
Me intriga el discurso (casi una campaña) que señala un antes y un después en la historía del “glorioso e intachable cine mexicano", y que dicta: “antes del cine de ficheras se hacía muy buen cine”, “estas películas corrientes llevaron al cine nacional a una crisis de la cual hasta ahora se recupera”. Como si estas simples películas les hubieran quitado para siempre al público que por ley debería ensalzar cualquier producto inflado que se nos ha recetado durante ya dos decadas; primero con el mote de "nuevo cine mexicano"(como si fuera un género a la "nueva ola francesa" o algo), y ahora vendiendonos la artificiosa idea de que "el cine mexicano esta de moda en el mundo" y que todo lo que se hace es "calidad de exportación". Cuando la realidad en cuanto a calidad(final, no técnica) y propuestas continua siendo más bien mediocre.
El cine deriva de una “industria” y obedece a las necesidades de un mercado. Hasta entrados los setentas, aún existía en México una industría cinematografíca en fórma.
Es innegable que a fines de los años setentas la industria cinematográfica nacional (y mundial) atravesaba por una terrible crisis.
Los "dorados" setentas.
A principios de los años setentas Hollywood (otrora industria imparable y llena de bonanza) se enfrentaba a la crisis económica de E.U -aunque si les preguntas a los gringos, como "no hubo Vietnam", no hubo tál crisis, solo una escases de petróleo y Abba-,y de la cual los grandes estudios de cine fueron los primeros afectados. Dicha crisis afectaba a Hollywood en todos los ámbitos: el sindical, el económico, y el creativo (como nunca antes las películas de “formula” invadían las salas). Y se vieron orillados a captar de nuevo al público; sobre todo a los chavos inconformistas y rebeldónes "Baby Boomers" "sobre-intelectualizados" -para los cánones gringos-. Los productores sabían que el público deseaba material más elaborado. Con miras más altas y progresistas.
Aunque como vimos, acá también se cocián habas y teniamos que soportar a los "concientizados" e iluminados post-hippitecas transochados que venián a explicarnos con manzanitas en la mano lo que era "el buén cine" y lo que era "mal cine"; y que si no consumiamos su "buen cine" viviriamos en la ignominia por siempre. Y aunque no muchos los pelen, siguen como "cuchillito de palo" hasta la fecha, rumiando su discursito, sintiendose incomprendidos: "En este país atrasado no valoran a los genios. ¡No me merecen!" Y aunque ni su familia acuda a la premier a ver su "gran obra-aquella que al fin salvará al cine nacional- ellos siguen señalando que la culpa es de todos los demás, es de la falta de espacios, de la cultúra,del público, del cine exranjero, de...¡de el cine ese de ficheras carajo!". Y desde los setentas, este grupusculo de ¨entendidos¨ siguen en las mismas; pues en los setentas "la onda" era mamar del estado maestrín ¿agarras el patín?. "Y ya había que dejar esas nacadas del cine popular. A los pobres los vamos a pintar nosotros, acá bien folkloricos para exportar a Europa ¿ves? O venderselas a los gringosss".
Puros choros guajiros de mentes alucinadas, de seres tán "elevados" que están fuera de la tierra que pisan todos los días.
Puros choros guajiros de mentes alucinadas, de seres tán "elevados" que están fuera de la tierra que pisan todos los días.
Así, en aquellos ya lejanos 70´s, en E.U, para captar a un nuevo público los grandes estudios de Hollywood decidieron tomar ciertos "riesgos" y apoyar a jóvenes talentos de ese entonces. Grandes y puntuales películas que se salían del molde Hollywoodense lograron “salvar” el prestigio de la industria, por su calidad y propuestas cercanas a lo artístico. Nuevos temas tomaban lugar gracias a la apertura que hubo a fines de los sesentas. Se llegaba a la década de los setentas con temáticas más maduras y propuestas inteligentes que no subestimaban al público. Ejemplos de ello son clásicos del cine como: “Bananas”, “Cabaret”, “Deliverance”, “American Graffiti”, “The Godfather I y II”, “The Exorcist”, “Taxy Driver”, “A Clockwork Orange”, “Straw Dogs” (estas dos últimas cooproducciones de estudios ingleses y de estudios americanos desesperados), “Chinatown”, “One Flew Over the Cukoo´s Nest”, “The Deer Hunter” , etc.
En México, se hacía lo propio. Al tomar la presidencia Luis Echeverría se procedió a estatizar la industria fílmica. Muchos medios de comunicación (pero sobre todo el cine) pasaron a manos del estado. El cual impuso sus intereses y sus políticas. Sin embargo, cuando los gobiernos regulan las temáticas a tratar, obligan a los creadores a abordar cualquier tema con mayor ingenio y ofició. En general, el cine del sexenio de Echeverría puede considerarse como un cine crítico, incisivo, a veces demasiado preocupado por temas sociales y políticos. Esta nueva postura del cine en nuestro país ocasionó una "polarización social" -no todos estaban listos para estos temas-, y un amplio sector social que de forma natural y arraigada consumía cine mexicano no se sintió conectado al cien por ciento con propuestas que pretendían reflejar "su realidad" desde un punto de vista más bién "snob". Es decir: sintieron artificial y forzado el hecho de que cineastas de una clara extracción burguesa-los que podían estudiar y hacer cine- quisieran venir a contarles una "realidad" francamente margínal y desesperada; pues estos cineastas no podían concebir que "el pobre"-un muy amplio sector de México- pudiera siquiera sonreir ante tanta "marginalidad"-. En aras de la busqueda de un supuesto "preciosismo" del cine de autor a la mexicana, y a una interminable tendecia a la ostentación de un cine "diferente", "individual" y "critico", se extravió algo fundamental de cualquier obra masiva (como lo es el cine): la identificación que un lenguaje, por lo menos franco o entretenido, debe motivar en el espectador. Lejos quedaba la identificación de, digamos, las películas de Cántinflas (que se estaba haciendo cada vez más moralino y cercano al discurso del Estado- "arríba y adelánte", "mexicano tu puedes"-).Ya no existía la proximidad de antaño entre el gran público y las tématicas del cine. Este "hueco" se formó de manera casi imperceptible, tomando en cuenta que tan solo en los sesentas había florecido como nunca el "cine de barrio" (me refiero a las salas y espacios cercanos a las múltiples colonias del las ciudades), donde hacía de las suyas el cine juvenil (Cesar Costa, Enrique Gúzman haciendole de "rebel cats" de la Sán Rafael, o de la del Valle), el celebrado cine de luchadores, las comedías de pacotilla sesenteras, y uno que otro "Western-ranchero". Y ahora no había nada. Solo "Ripsteins" y "Cazals" queriendo apantallar al personal, y una que otra de Mauricio Gárzes y Capúlina. Y como consecuencía hubo una disminución de interés por parte de un amplio sector del público; pues nuestra sociedad continuaba “adormilada”, y solo quería entretenerse y olvidar las constantes crisis económicas. Esto de alguna forma allanaría el camíno para las comedias que reinarían en la siguiente década. La gente quería entretenimiento -algo muy respetable, y por lo cual la mayoría va a los cines- pues para confrontar duras realidades ya tenían las calles y los campos mismos de nuestro México; y para discursos "moralinos" y de supuesta reflexión, ya existían los discursos simuladores y edulcurados de los políticos y de otras instituciones. Aunque es importante señalar que durante los setentas, por primera vez en la historia de nuestra cinematografía, la realidad social de la clase media se vio retratada en la pantalla. Un sector del público, más educado y concientizado (compuesto precisamente por la llamada clase media y estudiantil), recibió muy bien filmes como El castillo de la pureza (1972) de Arturo Ripstein, Canoa (1975) de Felipe Cazals, o La pasión según Berenice (1975) de Jaime Humberto Hermosillo. Se demostraba con ello que en México se podía hacer un cine maduro. Otras películas a destacar son : El apando (1975) y Las Poquianchis (1976), ambas de Felipe Cazals; Los albañiles (1976) de Jorge Fons; El rincón de las vírgenes (1972) de Alberto Isaac.
En 1976, el presidente José López Portillo nombró a su hermana Margarita como Directora de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). La labor de ésta al frente del destino de los medios de comunicación en México fue completamente desastrosa. A final de cuentas, el presupuesto oficial para el cine mexicano desapareció en el mar de la deuda externa. Ya no había dinero para las producciones. Los avances en la matería se frenaron abruptamente. Adiós tématicas maduras, "cine experimental" , calidad, "cine-denuncia", y realizadores "consentidos" por el estado.
En México, se hacía lo propio. Al tomar la presidencia Luis Echeverría se procedió a estatizar la industria fílmica. Muchos medios de comunicación (pero sobre todo el cine) pasaron a manos del estado. El cual impuso sus intereses y sus políticas. Sin embargo, cuando los gobiernos regulan las temáticas a tratar, obligan a los creadores a abordar cualquier tema con mayor ingenio y ofició. En general, el cine del sexenio de Echeverría puede considerarse como un cine crítico, incisivo, a veces demasiado preocupado por temas sociales y políticos. Esta nueva postura del cine en nuestro país ocasionó una "polarización social" -no todos estaban listos para estos temas-, y un amplio sector social que de forma natural y arraigada consumía cine mexicano no se sintió conectado al cien por ciento con propuestas que pretendían reflejar "su realidad" desde un punto de vista más bién "snob". Es decir: sintieron artificial y forzado el hecho de que cineastas de una clara extracción burguesa-los que podían estudiar y hacer cine- quisieran venir a contarles una "realidad" francamente margínal y desesperada; pues estos cineastas no podían concebir que "el pobre"-un muy amplio sector de México- pudiera siquiera sonreir ante tanta "marginalidad"-. En aras de la busqueda de un supuesto "preciosismo" del cine de autor a la mexicana, y a una interminable tendecia a la ostentación de un cine "diferente", "individual" y "critico", se extravió algo fundamental de cualquier obra masiva (como lo es el cine): la identificación que un lenguaje, por lo menos franco o entretenido, debe motivar en el espectador. Lejos quedaba la identificación de, digamos, las películas de Cántinflas (que se estaba haciendo cada vez más moralino y cercano al discurso del Estado- "arríba y adelánte", "mexicano tu puedes"-).Ya no existía la proximidad de antaño entre el gran público y las tématicas del cine. Este "hueco" se formó de manera casi imperceptible, tomando en cuenta que tan solo en los sesentas había florecido como nunca el "cine de barrio" (me refiero a las salas y espacios cercanos a las múltiples colonias del las ciudades), donde hacía de las suyas el cine juvenil (Cesar Costa, Enrique Gúzman haciendole de "rebel cats" de la Sán Rafael, o de la del Valle), el celebrado cine de luchadores, las comedías de pacotilla sesenteras, y uno que otro "Western-ranchero". Y ahora no había nada. Solo "Ripsteins" y "Cazals" queriendo apantallar al personal, y una que otra de Mauricio Gárzes y Capúlina. Y como consecuencía hubo una disminución de interés por parte de un amplio sector del público; pues nuestra sociedad continuaba “adormilada”, y solo quería entretenerse y olvidar las constantes crisis económicas. Esto de alguna forma allanaría el camíno para las comedias que reinarían en la siguiente década. La gente quería entretenimiento -algo muy respetable, y por lo cual la mayoría va a los cines- pues para confrontar duras realidades ya tenían las calles y los campos mismos de nuestro México; y para discursos "moralinos" y de supuesta reflexión, ya existían los discursos simuladores y edulcurados de los políticos y de otras instituciones. Aunque es importante señalar que durante los setentas, por primera vez en la historia de nuestra cinematografía, la realidad social de la clase media se vio retratada en la pantalla. Un sector del público, más educado y concientizado (compuesto precisamente por la llamada clase media y estudiantil), recibió muy bien filmes como El castillo de la pureza (1972) de Arturo Ripstein, Canoa (1975) de Felipe Cazals, o La pasión según Berenice (1975) de Jaime Humberto Hermosillo. Se demostraba con ello que en México se podía hacer un cine maduro. Otras películas a destacar son : El apando (1975) y Las Poquianchis (1976), ambas de Felipe Cazals; Los albañiles (1976) de Jorge Fons; El rincón de las vírgenes (1972) de Alberto Isaac.
En 1976, el presidente José López Portillo nombró a su hermana Margarita como Directora de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). La labor de ésta al frente del destino de los medios de comunicación en México fue completamente desastrosa. A final de cuentas, el presupuesto oficial para el cine mexicano desapareció en el mar de la deuda externa. Ya no había dinero para las producciones. Los avances en la matería se frenaron abruptamente. Adiós tématicas maduras, "cine experimental" , calidad, "cine-denuncia", y realizadores "consentidos" por el estado.
Estas acciones serían pues, la verdadera coyuntura -el verdadero “antes y después" de la industria fílmica nacional- que motivarían la subsecuente crisis de dicha industria. Y el cine cómico de bajo presupuesto sería tan solo una de las "consecuencias", el resultado de un acomodo -en las formas y las temáticas- necesario para la subsistencia en periodos tan duros para el cine nacional como lo serían los años ochentas; una simple y natural "degradación" en respuesta de las ineficientes y rapaces acciones políticas a fines de los setentas, y no la "causa" principal, como nos lo han querido hacer ver para "escurrir el bulto". Es decir, el "producto", un genero derivado de dichas circunstancias, apoyado en una tradición fílmica, y nutrido de la cultura popular, no puede ser la principal razón de una "crisis", es solo su consecuencia más clara.
Otra situación que ayudó a que floreciera el cine de ficheras, fue el cambio que se dio en las políticas de exhibición. A lo largo de los setentas, en respuesta a las tematicas más "duras" de las películas tanto americanas como europeas, se tuvo que modificar la ley de exhibición, permitiendo una amplitud de rango. Esto propicio una nueva industria, una industria que –como buen pícaro mexicano- caminaba a contracorriente de lo que “se estilaba”; se reía y a la vez cuestionaba la moral de la época. Una industria en ciernes, que con ingenio y con “una mano adelante y otra atrás” producía películas de bajo costo, en muy poco tiempo, y por lo tanto de una calidad cuestionable para “los críticos” de narices respingadas, que horrorizados, ya desde entonces culpaban de todos los males y vicios existentes a las películas de ficheras que arrasaban en táquilla.
En un principio se les denominaba así por las exitosas películas: Bellas de noche (1974) y Las ficheras (1976), ambas dirigidas por Miguel M. Delgado, las cuales iniciaron la corriente del cine de ficheras, cabaret y albures. A diferencia de sus antecesoras, las rumberas, estas nuevas "damas de la noche" aprovecharon el hueco dejado por las autoridades fílmicas para prodigar desnudos, “peladezes”, desparpajo, hilaridad, y momentos cinematográficos francamente alucinantes.
Otra situación que ayudó a que floreciera el cine de ficheras, fue el cambio que se dio en las políticas de exhibición. A lo largo de los setentas, en respuesta a las tematicas más "duras" de las películas tanto americanas como europeas, se tuvo que modificar la ley de exhibición, permitiendo una amplitud de rango. Esto propicio una nueva industria, una industria que –como buen pícaro mexicano- caminaba a contracorriente de lo que “se estilaba”; se reía y a la vez cuestionaba la moral de la época. Una industria en ciernes, que con ingenio y con “una mano adelante y otra atrás” producía películas de bajo costo, en muy poco tiempo, y por lo tanto de una calidad cuestionable para “los críticos” de narices respingadas, que horrorizados, ya desde entonces culpaban de todos los males y vicios existentes a las películas de ficheras que arrasaban en táquilla.
En un principio se les denominaba así por las exitosas películas: Bellas de noche (1974) y Las ficheras (1976), ambas dirigidas por Miguel M. Delgado, las cuales iniciaron la corriente del cine de ficheras, cabaret y albures. A diferencia de sus antecesoras, las rumberas, estas nuevas "damas de la noche" aprovecharon el hueco dejado por las autoridades fílmicas para prodigar desnudos, “peladezes”, desparpajo, hilaridad, y momentos cinematográficos francamente alucinantes.
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