martes, 4 de enero de 2011

Ganar la guerra.

Seguí caminando, con la herida punzando y sangrando, caminando por esas calles siempre solitarias, siempre las mismas. La herida casi jugaba conmigo, era un recordatorio de que en cuaquier momento me podían mudar al otro barrio, sin decir "agua va". Que la vida se me podía escapar por esa abertura absurda, casi imperceptible, indiferente a mi suerte.

Que pinche coraje irse en una noche como esta,donde todo se ve en orden, en equilibrio; donde la luna se ve tan luminosa. Y que coraje irse por una herida de bala, que al parecer tenía mi nombre inscrito. "Mi bala", mi souvenir, mi marca personal.

La luz de la luna se ve ahora más brillante aún; ahora puedo decir, sin temor a equivocarme, que esa luz es más cercana. Brilla, como brilla la herida bajo mi ropa, brilla como lo hacen las armas al hacer fuego y escupir muerte; resplandece como ese mundo extraño que subyace detras de la cortina. Estoy marcado y sellado. Me señalan, a mi, al que hoy se levantó con ganas de comer sushi; y no se le hizo.

Me quito despacio la piel; sin prisas. No deja de ser una hermosa noche. Veo la herida por donde salí vomitado. Adiós a todos mis amigos;se que me recordarán como un tipo simpático, por lo menos. En medio de la locura y los gritos, hay un silencio pacifico al otro lado. Atrás quedan los mortales quienes dicen no tener tiempo para nada. Atrás quedan los culpables y las victimas, la destrucción y los ecos. Por mi parte lo logré, gané la guerra.


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