miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pobrecito mi cigarro


No suelo fumar en lugares públicos-restaurantes, malls, etc.-; se puede decir que estoy bien domado en ese sentido; pero mientras esperaba en un café la hora de una cita medica-no, no era el dentista-, me pareció prudente encender un cigarrito para "calmar los nervios". Era de esos cafés "condeseros" que ponen mesas y sillas en la calle, así que me instalé afuera y no vi problema alguno en fumar mientras ojeaba un periódico,¿lo más normal no? Pues no; ahora vivimos en el mundo al revés donde todos se sienten "empoderados" y capacitados para llamarte la atención: el mesero casi corrió-ojala así corrieran para atenderlo a uno- desde la barrita del lugar para decirme que no podía fumar ahí. Apenas y le di un jaloncito al tabaco, y, muy "lógico" yo, le pregunté que en donde estaba el señalamiento de "prohibido fumar". El mesero entonces entró al local, descolgó el letrerito prohibitivo y me lo mostró con cara de indignación tipo "ufff, lo que hay que aguantar por una propinucha". Sin perder la paciencia le dije que yo estaba afuera del local, que estaba literalmente en la calle, en un espacio público. A lo que el me contestó que esa área era parte del lugar(?!) y que por lo mismo los podían multar por mi acción- tan "terrible",donde a diario amanecemos con más muertos que en países en guerra-. Era la ley-tan observada por toooodos los ciudadanos, incluyendo los políticos-. Todos los problemas de salúd eran ahora achacados al cigarro. El mio ya estaba apagado-se podría decir que se veía hasta triste con la punta quemada; en coitus interruptus-. Para hacer el cuadro más completo algunos comensales me veían con desaprobación y juro que hasta una señora tosió. El mensaje era claro: yo estaba mal, y todos los demás estaban bien; yo era un ser retrógrada, anacrónico, un fantasma de tiempos horribles. Un joven envejecido y envilecido por su supina ignorancia-los otros comensales eran mayores que yo-. Y ahí, con la cuestión de las edades, caí en cuenta de tan tremenda hipocresía. Ellos-la señora que "fingió" toser, los dueños del lugar, un señor que me recordó al Sergio Corona, etc., ya habían vivido bastante, ya habían cotorreado, fumado; ya habían gozado de ese D.F. casi idílico lleno de centros nocturnos y vida festiva; se pude decir que ya habían contaminado todo antes de que yo apareciera en escena. Y ahora estos mismos individuos se escandalizaban por un pinche cigarrito afuera de un café; no, si estábamos jodidos. Pero da igual que fueran jóvenes o viejos, o yuppies "forever youngs", lo cuestionable era la ola de "corrección política" sostenida con alfileres, de letreritos casi escondidos que aparecen cuando te descuidas un poco, con la consabida multa y desaprobación orwelliana, de discursillos tipo noticiero de López Dóriga donde un señor que ya vivió de todo se presenta como un ser impoluto y "sanote".

Bueno, para no hacer el cuento largo, me bebí el cafecito, pagué, y justo cruzando la pequeña calle encendí mi cigarro, casi en protesta,como un "indignado" del tabaco-al fin todavía tenía que hacer tiempo-. Entonces otra señora salió del café-¿quien produce a estas señoronas encopetadas e hipócritas?,¿quién las patrocina?-,se acercó y me tiró el típico discurso del daño a la salud. Me sentí en la Dimensión Desconocida; o peor, en un capítulo de alguna serie de los 90`s tipo Friends, de un political corectness de cartón. Solo le comenté a la dama que a mi me parecía de peor gusto entrometerse así en los actos de alguien que ni siquiera conoce. Que era más repugnante andar de metiche por la vida. La seño se alejó con cara de ofendida. ¿Que ahora todo mundo es doctor o instructor de yoga? ¿por que mejor no nos unimos todos para que ya los gobiernos y "desgobiernos" no asesinen a tanta gente impunemente?

Ya pusieron ratitas muertas en las cajetillas, ¿pero cuando amonestarán y regularán a cientos de fábricas que contaminan y rodean la ciudad?

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