martes, 25 de octubre de 2011

La estación del metro Balderas-diría Rockdrigo- es de lo mas bizarra en la noche. Sus largos pasillos-a esas horas-semi vacios permiten a las parejas estacionarse para permanecer juntos, acariciarse, decirse cosas tontas al oido, y no querer despedirse-no querer alejarse nunca-; pero el horario del metro es implacable. A esas horas hasta los polícias son indulgentes,casi adormilados van cerrando algunos accesos, sin mucha prisa. Para otros, las cosas apenas comienzan: varios jovenes estudiantes se cansan de esperar a alguien que nunca llega:-"Ya vamonos, ahi que nos hable si llega". -"Pero iba a traer el pomo"-dice otra chica algo angustiada-. -"Si juntamos para un Tonaya". Y resueltos se alejan de ahí rapidamente. Paralelamente, otro grupito-estos parecen oficinistas-ya van bastante entonados, e intentan convencer a sus compañeras de seguir la fiesta en casa de un entusiasmado y regordete anfitrión-como si fuera un hobbit trajeado-. Todos parecen estar de acuerdo, a exepción de una chica muy renuente y "recatada" que siembra la duda en las otras dos chicas; mientras me alejo veo como se les aguada la fiesta. Recargados en la pared dos tipos de trajes caros permanecen muy juntos uno del otro-parece que la noche es de todos colores-. Y dos vendedores de discos mp3, desparramados en el suelo, extenuados pero conformes, contabilizan sus ganancías. Todos aquí resultan ser complices.

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