sábado, 10 de marzo de 2012

La aparente simplicidad de la creación artistica.


Algo que me llama la atención del llamado arte píctorico-aunque aplica en otras disciplinas por el simple desgaste de patrones complacientes y acartonados-, es constatar como de forma paulatina, "década perdida" tras "década perdida", este arte se ha ido descomponiendo reduciendose a la más cerrada elementalidad;y a su vez, los temas se han ido rebuscando, barroquisando, queriendo abarcarlo todo. Como intentando de facto compensar y justificarse ante cualquier tipo de apreciación. Como un escudo protector,a veces elaborado, a veces redundante, contra aquel que ose criticar.
La cuestión del tema en si ha sido sobredimensonada. Me inquieta ver como al armarse una expocisión se recurre a una seríe de conceptos y paradigmas que intentan explicar la obra a como de lugar, diseccionarla, revestirla de un discurso grandilocuente; aunque se trate de una exposición de arte minimalista, nos van a recetar aquello del arte glóbal, y la soledad del individio en nuestras sociedades, o lo que sea. Y aunque todo ese discurso sea valido y real, se usa para etiquetarlo todo y vestir la obra de "trasendencia" automática e imprescindible.
El tema en si, el qué decir, sólo impulsa a la creación, no es el instrumento totalizador y justificable; la obra debe de ser más poderosa que la idea que la inspiró, que ayudó a parirla. El "cómo" le gana al "qué". Y eso es siempre de aplaudirse. De eso se trata. Sín rebuscamientos estorbosos que todo lo complican y empañan.

En la pintura, por ejemplo, de Van Gogh-¡nada más!- se toma sana distancia del objeto mismo, porque la representación termina por superar, con la alquimía de los colores, a la realidad, y un tema sencillo da pie a una obra memorable, fuerte. La representación reinterpreta al objeto, reinventa, no es solo una vil copia;como esos aburridos bodegones sin imaginación. Si la creación trasciende a la idea, podemos quedarnos con lo que la obra es, sin atarnos al tema. Apreciamos lo "esencial", la pureza de la que nos hablan los grandes artistas, los que vieron la luz y la plasmaron-de alguna forma-desde el punto de vista de quien ve un mundo e inventa y alucina otro.

Lo que genera un lazo entre la obra y el espectador es el resultado, la síntesis de una idea que el artista ha sometido, forjado y transformado con inteligencia y pasión, y que se resuelve en color, en composición y en forma.
Por eso, aunque el tema sea ya lejano en los tiempos, aunque la gente se vea tan rústica y su momento haya sido superado por la historia, la obra logra permanecer, impresionar, conmover al espectador. Lo que sobrevive es el resultado, no el tema, ni las intenciones. El tema no era la gente simple en los trigales, era la visión del furibundo Vincent, su visión de vértigo, sus"pincelazos" de lineas a veces violentas o a veces tiernas, los rostros sumidos en una conformista agonía. Cuando el artista cree que el tema hace a la obra, se convierte en un necio que se estanca en ideas repetitivas, que al final no analiza del todo, simplemente decreta y viste a la obra con un aburrido traje gris y de lana. El verdadero anti arte. Que luego será proclamado como "lo correcto" en las tendencías, lo que "se debe hacer". Frivolo u oficialista. Listo para ser auspiciado por capítal de empresas privadas. Asco.

Si el tema es la cruenta violencia del sexenio de la propaganda, de la sangre y la represión en México, salen con cuadritos manchados de color rojo -que siempre queda bien sabiendolo montar-; o copian una foto de nota roja y la combinan con algún elemento supuestamente disyuntivo e inconexo; o hacen tonterias infantiloides de lo "molesto que es el mundo de las noticias". ¿Realidad? estos afectados artistas no la conocen.

La creación toma riesgos, pretende arrojar una luz-por humilde que esta lucecita ocre sea; o por grandilocuente-. Exprime los objetos para redimirlos como artísticos. No lo justifica todo en el tema, como si de un fanático religioso se tratara. Los objetos bien reconstruidos, hacen cambiar algo en nuestra visión. Y un buen reconstructor es un buen artista.

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