lunes, 1 de diciembre de 2008

A la mexicana.



Siempre que paso por reforma, a un costado al edificio de la Lotería Nacional, no puedo evitar pensar en lo horrible que es el gigantesco armatoste ese al que la gente llama ¨el Caballito¨. La enorme cosa amarilla responde a todo menos a lo que se conoce como buen arte, y no cuadra para nada con el entorno; ni siquiera como una obra surrealista o del absurdo. Siempre tuve mis sospechas. ¿Qué hace eso justamente ahí? ¿A que funesta decisión gubernamental responde? ¿Es que los pueblos tienen las esculturas que se merecen?

A raíz de un terrible accidente: la caída y muerte de un trabajador -qepd- que hacía trabajos de restauración en la dichosa ¨escultura¨ se develó la realidad. Se trata de una escultura que funciona para camuflar -disfrazar vilmente- una serie de tuberías que expiden gases, ácidos, corrosivos, y tóxicos. La gente pasa tan campante-y no faltan los que se citan ¨nos vemos en el caballito¨- por ese lugar sin ver que se encuentran a lado de una fuente tremenda de contaminación, digo, se trata de ácidos! En un lugar público, al lado de un hotel muy concurrido, de oficinas donde trabajan cientos de personas, sobre una avenida muy transitada. Y todavía nos doran la píldora con que estamos frente a una obra de arte.

Ni siquiera es una escultura, es una puta chimenea de gases tóxicos!

¡Carajo!, como siempre, se trata del viejo truco de gato por liebre, de caballo por coladera de drenaje profundo y desperdicios tóxicos. A la mexicana.

Yo ya sabía que algo olía mal ahí. Y luego todavía lo pintan de amarillo, en un ¨mirame¨ que desvía la atención para que pensemos en todo menos en lo que realmente es. Que cinicos son estos tipos.

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